Los 10 mejores trabajos de grabado láser de diodo a granel
La primera vez que entré en una imprenta que también hacía grabados, noté el olor antes de ver las máquinas de grabado láser. No era tinta como cabría esperar; era una extraña combinación de madera quemada y metal caliente, como si alguien hubiera dejado una fogata encendida en un cobertizo de herramientas. Me incliné sobre un contenedor y las vi:
Cientos de posavasos de bambú idénticos, cada uno con el mismo logotipo, apilados como galletas. El dueño me dijo: «Acabamos de terminar 600 piezas esta mañana». No pude evitar imaginar el láser de diodo zumbando sin parar, grabando logotipo tras logotipo hasta que los trabajadores se adormecieron. Lo curioso es que el resultado final no se sentía para nada adormecido; parecía vivo, como si cada pieza tuviera su propio latido. Esa es la extraña paradoja del grabado en masa.

1. Positas de madera
La madera siempre da un toque distinto. Te juro que, cuando sacas una tanda nueva de posavasos de madera grabados de la máquina de grabado láser , el aire huele a almendras tostadas. Y las líneas... el láser de diodo no talla surcos profundos, deja una marca oscura y sedosa que casi parece pintada con humo.
El dueño de una cafetería con la que trabajé pidió 500. Los metimos en cajitas blancas y a mitad de la compra nos dimos cuenta de que habíamos subestimado el plástico de burbujas. (Terminamos robando papel de seda de su mostrador de pastelería, mejor no se lo digan). Cuando finalmente regalaron los posavasos, los clientes los trataron como si fueran objetos de colección. Una chica que conocí admitió que se llevó cuatro a casa y los alineó en su escritorio como si fueran trofeos. ¿En serio? Yo habría hecho lo mismo.

2. Lápices grabados
No te lo esperarías, pero los lápices a granel son mágicos. Imagínate esto: un bote lleno de 1200 lápices escolares recién grabados, cada uno con una frase atrevida: "No te asustes", "Lee la pregunta dos veces", "Las matemáticas son difíciles, pero el café ayuda". El láser deja estas marcas marrones nítidas sobre la pintura amarilla, y cuando los lápices chocan entre sí, suenan como huesos al chocar. Inquietante y satisfactorio a la vez.
Pero —y aquí viene lo molesto—, cuando se graba demasiado cerca de la virola (esa parte brillante que sujeta la goma de borrar), la quemadura a veces queda desigual. Recuerdo estar allí con una profesora que decía: «Esa se ve manchada», y yo intentando explicarle: «Bueno, la densidad de la madera, la reflexión del calor del metal, bla, bla, bla». Ella asintió, pero me di cuenta de que no se lo creía. (No pasa nada, los niños las afilan en una semana).

3. Tablas de cortar de bambú
Hay toda una economía de bodas que se sustenta en tablas de cortar de bambú. Las parejas piden cientos, les imprimen sus nombres y fechas, y las reparten como si fueran recuerdos comestibles. Pero la cuestión es que nadie las usa para cortar. Se cuelgan en las paredes o se guardan en armarios.
Una vez ayudé a descargar 300 tablas de un camión en pleno calor de agosto, y mi camisa olió a madera caramelizada toda la tarde. El embalaje era la pesadilla: las tablas de cortar no se apilan bien, y teníamos que meter papel de periódico entre ellas para que el grabado no se rayara. Mis dedos se pusieron grises por las manchas de tinta antes de llegar a la mitad.

4. Tarjetas de presentación de metal
Si James Bond necesitara una tarjeta de visita, sería de aluminio anodizado con un acabado grabado a láser. Impecable. Al grabarlas en masa, parecen algo que darías ganas de lanzar como estrellas ninja.
Una startup tecnológica encargó 2000. Las tarjetas se veían increíbles —negras con texto plateado—, pero un cliente se quejó de que eran «demasiado pesadas para repartirlas casualmente». (O sea, si tu tarjeta de visita también sirve como arma, ¿quizás no sea lo peor?). Guardé la mía en la cartera durante tres meses hasta que empezó a rayar el forro de cuero. Genial, pero, sinceramente, poco práctica.

5. Llaveros de cuero
Los llaveros de cuero a granel tienen una sensación extrañamente íntima. El láser se graba en la piel y deja un aroma que recuerda a una fogata y a una tienda de botas de vaquero. Una vez, después de grabar 800 piezas, mis manos olieron a cuero ahumado durante dos días.
Pero, hombre, empaquetarlos fue un caos. El cliente los quería enrollados en papel "para que parecieran artesanales", así que pasamos horas enrollándolos a mano y atando cordel. Uno de los becarios hizo los nudos demasiado fuertes, y la mitad parecían salchichas. (El cliente ni se dio cuenta, ¡imagínense!).

6. Posavasos de pizarra
Los posavasos de pizarra son como el primo melancólico de los de madera. Más pesados, más oscuros, un poco melancólicos. El láser deja diseños blancos brillantes contra la piedra oscura, y al apilarlos, tintinean como fichas de dominó.
Una destilería de whisky me encargó grabar 400 con su logo de ciervo. Los apilaron en la sala de catas y, ¡qué risa!, los clientes empezaron a robarlos tan a menudo que la destilería acabó vendiéndolos. (A veces, el robo es la mejor investigación de mercado).

7. Premios acrílicos
Seré sincero: grabar acrílico es aburrido. Te sientas a ver cómo el diodo congela el texto sobre un bloque transparente, y es tan emocionante como ver cómo se derriten los cubitos de hielo. Pero cuando lo atraviesas con la luz después, parece un rayo congelado.
Una vez hicimos 120 para una liga de fútbol. Los padres no paraban de inspeccionarlos, como si fueran de cristal, golpeándolos con las uñas. Un padre incluso se quejó de que la base "no era lo suficientemente pesada", lo que me hizo reír; como si dijera: "Señor, no se supone que sirva también de pisapapeles".

8. Fundas para teléfonos
Las fundas de teléfono grabadas al por mayor son impredecibles. Una vez hicimos 500 con un diseño geométrico; un trabajo magnífico, pero se quedaron en los estantes. Luego probamos fundas solo con iniciales y desaparecieron en semanas. A la gente le gusta ver su marca en algo, no solo un estampado genial.
Nota curiosa: una tanda se deformó con el calor, dejando un puñado con forma de Pringles. Los guardé discretamente en un cajón. (Todavía uso uno; encaja a la perfección si no te importa que esté un poco doblado).

9. Vasos de acero inoxidable
El rey indiscutible de los pedidos al por mayor. Todo gimnasio, oficina o fiesta nupcial los quiere. El láser de diodo aplica un recubrimiento en polvo, dejando al descubierto una plata brillante.
Un conocido dueño de gimnasio pidió 300. Los apiló en recepción, y cada vez que los clientes cogían uno, se oía un tintineo apagado, como el de una campana de iglesia. A los clientes les encantaron, pero una mujer preguntó por qué su vaso olía a metal. (Señora, es de acero inoxidable. De eso se trata, literalmente).

10. Adornos de madera
La Navidad trae consigo la artillería pesada: adornos de madera a granel. Copos de nieve, renos, lemas disparatados, lo que sea. ¿El olor de cientos de adornos recién grabados en un gimnasio? Como estar en un aserradero espolvoreado con canela.
La Asociación de Padres y Maestros (PTA) encargó una vez 1200 con el nombre de cada niño. Los padres no paraban de olerlos como si fueran velas con aroma a pino. Una madre incluso preguntó si el olor desaparecería (respuesta: sí, pero poco a poco).

Conclusión
Termino guardándome pequeñas sobras: un posavasos por aquí, una caja deformada por allá. [No juzgues, los souvenirs te encuentran]. El trabajo en masa es así de curioso: pensado para las masas, pero aún se siente personal cuando solo sostienes uno.
A veces imagino el futuro: quizá asientos enteros de estadios grabados en secuencia, o cada ladrillo de un túnel del metro con una diminuta marca oculta. O incluso... no, en realidad, lo guardaré para más adelante.

Preguntas frecuentes
1. ¿Qué materiales funcionan mejor para el grabado láser de diodo en masa?
Madera, bambú, pizarra, cuero, metales revestidos, acrílico. Básicamente, cualquier cosa que mantenga bien el contraste y no desprenda gases extraños (lo aprendí a las malas con algunos plásticos, ¡uf!).
2. ¿Cuánto tiempo se tarda en grabar 500 artículos?
Depende. ¿Posavasos? Quizás dos días. ¿Vasos? Más tiempo. ¿Lápices? Sorprendentemente rápido. (También depende de si arruinas el empaque como nos pasó con esos llaveros).
3. ¿El grabado al por mayor es más barato por artículo?
Sí. Cuanto más pidas, menos te costará cada pieza, aunque lo pagas con tu propio esfuerzo: envolver 1000 lápices no es ninguna broma.
4. ¿Todos los artículos salen idénticos?
No, y ese es precisamente su encanto. Las vetas de la madera varían, el cuero absorbe de forma distinta, las astillas de pizarra. Incluso a granel, no hay dos exactamente iguales.
5. ¿Cuál es el artículo a granel más popular en este momento?
Vasos de acero inoxidable, sin duda. Todos los gimnasios, despedidas de soltera y startups los quieren. (Si me dieran un dólar por cada vez que grabé "Damas de Honor 2025"...)
6. ¿Cuál es el peor percance con el embalaje que has visto?
Ah, qué fácil: aquella vez que una caja de 200 premios de acrílico se volcó en la camioneta. La mitad se deslizaron entre sí, rayando el glaseado. Pasamos horas puliéndolos con pasta de dientes. Más o menos funcionó.